Pedro es cabrero de nacimiento, de corazón, de vocación. Con apenas 9 años ya guiaba un rebaño de 150 cabras y, a los 14, cuando otros soñaban con escapar de la sierra, él ya había elegido su destino. Cada día, al salir del colegio, salía de careo con 800 cabras veratas entre los robles, los tomillos y los brezos de Gredos. Lo suyo era y es la cabra, el monte, el sonido de los cencerros marcando el compás de una vida en movimiento.
Hoy, cuando las cabras ya no cubren las laderas de Gredos como antes, cuando la mayoría de los ganaderos han cambiado la sierra por las naves, Pedro sigue en el monte. Su ganadería, El Serrano, es una de las pocas que se mantiene en extensivo como tal, respetando el ciclo natural de los animales y el paisaje que los alimenta. Su piara está compuesta por 200 cabras de raza verata, una raza autóctona de la Sierra de Gredos en peligro de extinción. Durante cuatro generaciones, Pedro ha criado y seleccionado su rebaño, eligiendo a los machos y hembras por su vigor, su fortaleza y su fidelidad a la raza: el pelo, la cornamenta, el carácter racial que define a la verata. En El Serrano nacen y se crían unas 60 chivas al año, que desde los dos meses acompañan a sus madres en el monte, aprendiendo a moverse por la sierra mientras se alimentan de leche materna y un pequeño complemento de cereales.
En verano, la piara vive día y noche en la sierra. Solo cuando el invierno golpea con dureza en la sierra, las cabras buscan refugio en la majada. Durante el día, recorren unas siete horas de careo por los montes altos, entre brezos, tomillos, jaras, robles, enebros, helechos y zarzas. Cada jornada, Pedro escoge una ruta diferente, abriendo trochas en el monte, ayudando a regenerar el suelo y a mantener limpio el paisaje. Al pernoctar en diferentes zonas, el ganado fertiliza la tierra y deja espacio para que la vegetación vuelva a crecer, en un ciclo natural de pastoreo regenerativo.
El agua que bebe la piara brota de los manantiales puros de la Sierra de Gredos. La alimentación se basa en el pasto que encuentran y un pequeño aporte diario de cereal en grano—maíz, avena y cebada—que Pedro compra en la cooperativa de Candeleda. Aquí no hay piensos industriales ni cebaderos: las cabras se crían en libertad, respetando su crecimiento natural.
El ordeño se realiza una sola vez al día. La ganadería produce carne de cabrito y leche, y Pedro trabaja día a día para que su rebaño sea no solo su medio de vida, sino también el testimonio vivo de una tradición que durante décadas sostuvo la economía de la zona. Su objetivo es expandir la explotación y generar empleo, manteniendo viva una forma de vida que poco a poco se ha ido perdiendo.
Pedro colabora con la Fundación Quebrantahuesos para impulsar la ganadería extensiva, no solo como una actividad económica, sino como un modo de vida que equilibra la relación entre el hombre, el animal y el paisaje. Ser cabrero en Gredos no es solo criar cabras: es conservar un ecosistema, proteger una raza, mantener vivo un conocimiento ancestral que la modernidad amenaza con olvidar. Es resistir, día tras día, en el monte.