
En pleno casco urbano de Manquillos, un pequeño pueblo de Tierra de Campos, Matilde Rojo gestiona una ganadería ovina familiar que combina tradición, sostenibilidad y compromiso con el medio rural.
Su rebaño está compuesto por 230 ovejas de las razas assaf, lacaune y charmoise —así como cruces entre ellas— orientadas a la producción de leche y lechazos.
La cría y selección genética se realiza íntegramente dentro de la propia explotación, con el objetivo de obtener animales rústicos, productivos y resistentes, combinando las buenas aptitudes lecheras con morfologías más adecuadas al manejo extensivo.
La explotación cuenta con unas modernas instalaciones que incluyen tres naves conectadas para alojamiento del ganado y ordeño mediante conducción de leche, además de otra nave para almacenamiento de forrajes y cereales de producción propia.
Las ovejas salen a pastar desde marzo hasta noviembre —e incluso más allá si el tiempo lo permite— en tres parcelas valladas de pastizales que suman seis hectáreas, con acceso directo a arroyos naturales como única fuente de agua, sin bebederos artificiales.
Además, en temporada, el rebaño aprovecha entre 150 y 160 hectáreas de rastrojeras próximas, lo que permite un pastoreo extensivo eficiente y respetuoso.
El modelo de manejo es natural y tradicional: no se separan los machos ni se programan las parideras, lo que permite que haya lechazos todo el año.
Estos permanecen siempre con sus madres, sin uso de leches artificiales ni amamantadoras, garantizando una crianza más natural y con menos estrés.
El “vacío” —ovejas no en producción— se alimenta exclusivamente de pastos, forrajes y paja de la propia finca. En cambio, las ovejas en ordeño reciben un suplemento mínimo de pienso y avena, también de cultivo propio, en combinación con alfalfa.
El compromiso de Matilde con el entorno va más allá de la actividad ganadera: su explotación familiar mantiene viva la economía de su localidad y contribuye de forma directa al asentamiento de población en el medio rural. De hecho, ya se está produciendo un relevo generacional efectivo con la incorporación de uno de sus hijos al proyecto, consolidando así el futuro de esta forma de vida.
A medio plazo, la intención de la familia es orientar la producción hacia razas autóctonas como la churra y aprovechar el sello de la IGP Lechazo de Castilla y León, fortaleciendo la valorización del producto en circuitos de calidad. Por ahora, forman parte de la cooperativa AGROPAL y de ASAJA, lo que les permite seguir conectados al sector y acceder a servicios y formación.
La ganadería de Matilde Rojo es uno de los casos valientes de continuar la tradición ganadera, el manejo respetuoso con el bienestar animal y el arraigo familiar pueden ser motores de desarrollo rural y sostenibilidad territorial.